Microrelato
Tenía prisa, la fila se había detenido, trató de no angustiarse y reparar lo malpensante que le hace encontrarse con ciertos desordenes sociales. Pensó en la burocracia, que perjudica a muchas personas que al igual que él, tienen que soportar el maltrato y la eterna buena voluntad de los que trabajan como funcionarios públicos, administrativos de la Universidad. Quienes ostentando su rutinario trabajo, en ese contacto directo e interpersonal que les hace tener inmediación con el otro, y dejan ver sus mildolores que reflotan en esas miradas detestables.
Ya media hora después la fila apenas había avanzado cuatro lugares, a modo de volver a la realidad el Sociópata trato de visibilizar al administrativo responsable de la atención de esa ventanilla que inexplicablemente se detenía y avanzaba con la lentitud de quien no tiene nada más importante que hacer con su vida... Y lo observó hablando por teléfono ameno, totalmente ajeno a las miradas hirientes que lanzaban los desesperados estudiantes quienes rumoreaban roídos de impotencia, pero el administrativo indiferente a los demás colgó el teléfono dando cierta esperanza de renovar la atención desesperada de los que hacían la larga fila. Y atendió a los que estaban ahí, con cierta fortuna les vendió algunos timbres y formularios, ya al avanzar algunos puestos más el Sociópata dejó ver su tranquilidad amasada con molestia e impotencia.
Ya faltando apenas tres lugares para que el sociópata sea atendido el administrativo inexplicablemente se detiene y sale de la ventanilla, pide al guardia de seguridad privada que le de una mirada a su oficina mientras se pierde por un rincón del pasillo.
Luego de casi una hora de que se haya perdido, el administrativo vuelve a su ventanilla con la camisa acariciada con un notorio punto naranja y los labios rojizos. Eran más que obvias las pruebas de su festín lujurioso de la salteña de media mañana, y el Sociópata conteniendo su profundo malgenio, hizo adormecer sus impulsos coléricos y esperar que por lo menos le consuele la fila que avanzaba.
De unos instantes fue llamado por el administrativo quien le preguntó en forma directa -Joven por favor me da su Carnet Universitario-. Sorprendido busco entre los bolsillos del pantalón, de la camisa y la mochila que traía puesta y con una mirada y gestó misericordiosa le dijo –creo que olvide traerlo, no pueden atender soy universitario-, el administrativo sin muchos reparos respondió frío y sobrio –Lo siento joven sin su carnet no se puede hacer nada, vuelva a la tarde, ahí le atenderemos, mientras deje que pase el siguiente-
El Sociópata enfureció, levanto los brazos, tomo del cuello al administrativo y le dijo –¡Sabe qué...! ¡maldito burócrata ! ¡tengo una dinamita en la mochila!, Y VOY A ENCENDERLO. ¡¡Todos vamos a morir!!, y usted será el primero que se ira conmigo!, me lo llevare a usted primero. ¡¡¡Todos vamos a morir!!!- El administrativo asustado dijo –Cálmese joven,... tranquilícese... le vamos a atender, no cometa una locura-. El Sociópata miro alrededor un silencio extraño le hizo volver a la cordura, miro asustado al oficinista, lo soltó y trato de tranquilizarse, recobro la razón y le dijo - Ah mmm va disculpar señor, va disculpar mmm… ah si mi carnet, no se preocupe lo traigo por la tarde y salió presuroso.
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