¿De qué hablamos cuando usamos el término sujeto? ¿Desde qué
perspectiva? Se dice que de acuerdo a la
gramática se concibe que el sujeto es uno de los sintagmas
nominales requeridos por los verbos finitos no
impersonales en las lenguas nominativo-acusativas, por lo tanto , es uno de los dispositivos destacados de la mayoría de oraciones en esas lenguas[1]. Hablando nebulosamente, en
términos generales, se puede decir que en filosofía, al pensar en el sujeto se hace referencia a un ser que es responsable
de sus actos, en el sentido de que su comportamiento o conducta no son meramente reactivas, sino que aporta un excedente de originalidad que responde a lo que solemos entender por decisión o voluntad. A lo que se añade también la capacidad de un conocimiento inteligente, lo que quiere decir que es capaz de conocer la realidad como objeto, es decir, tal cual es, con independencia de las condiciones propias
del conocimiento subjetivo. Este es el concepto de sujeto cognoscitivo[2]. Immanuel Kant define estructuras
innatas del sujeto, el espacio y el tiempo, capaces de ordenar la
experiencia de la exterioridad y la experiencia de la interioridad.
Interpretando, podemos decir que el núcleo fundamental, estructurante del
sujeto se encuentra pues en las condiciones a
priori de la estética trascendental. Siguiendo con la interpretación,
podemos decir que el segundo nivel estructurante del sujeto es la imaginación,
facultad que es capaz de lograr una síntesis configurativa de la experiencia
mediante el procedimiento del esquematismo. Un tercer nivel estructurante del
sujeto vendría dada por la lógica trascendental, que comprenden categorías
trascendentales del entendimiento, las que se comportan como juicios sintéticos
a priori, los que permiten la
construcción de conceptos físicos, matemáticos, y los relativos a la descripción
de la naturaleza. Un cuarto nivel estructurante del sujeto son las ideas, las mismas que aparecen como telos (fines) capaces de orientar
concepciones y teorías. Como atravesando este cuadro se encentra el juicio
estético, que adecúa los medios a los fines de la experiencia sensible-sensual,
conformando el gusto, el sentido de lo bello y de lo sublime.
Como se podrá ver en este breve mapa conceptual en
torno al sujeto y la subjetividad, tenemos también un campo de batalla en torno
a la enunciación sobre este sustrato de las acciones, desde un conjunto de
perspectivas, o desde este mapa accidentado de posicionamientos, agenciamientos
y líneas de fuga, desde otras perspectivas. Es importante tener en cuenta este
mapa conceptual al momento de tratar sobre el sujeto del proceso que vivimos
como consecuencia de las movilizaciones sociales de 2000 al 2005.
Constitución
de sujetos y subjetividades
Dejamos de
lado en el mapa teórico pendientes otras figuras conceptuales en torno al
sujeto, las que tienen que ver con la psicología social, pero también las que
tienen que ver con las corrientes marxistas. Según la psicología social el sujeto se constituye a través de los grupos con los que se vincula incluso desde antes del nacimiento. Por eso
aquella habla de un sujeto en tanto se entiende esto como sujetado pero también
productor y creativo, en tanto posee la capacidad de transformar su mundo y a
sí mismo[6]. En las corrientes marxistas se
puede considerar al sujeto social como clase, clase que se constituyen en la
lucha de clases[7],
clase que pasa de ser clase en sí a clase para sí, cuando pasa de la lucha
económica a la lucha política. Se trata de un sujeto histórico constitutivo del
proyecto anticapitalista por excelencia, el comunismo. Se entiende que se trata
de un sustrato histórico que sostiene acciones de resistencia, de rebelión, de
sublevación y de insurrección, de un sujeto encargado de abrir el horizonte del
comunismo como alternativa al capitalismo. La enunciación de este sujeto ha
sido sostenida hasta la caída de los estados socialistas de la Europa oriental
(1989-1991); en Bolivia se puede decir que la enunciación de su convocatoria ha
sido sostenida hasta la experiencia de la Asamblea Popular (1971), incluso
extendiéndose un poco más, hasta la caída de la UDP (1984). Después de
desaparecer este sujeto proletario de las formaciones enunciativas gravitantes
y de las cartografías del poder en ejercicio, se abre el abanico de sujetos y
subjetividades que también resisten a las formas del capitalismo, a las
polimorfas estructuras de dominación, de relaciones de poder, al Estado
colonial, al Estado patriarcal. Ciertamente la emergencia de estos posicionamientos
subjetivos comienza mucho antes de la caída estrepitosa de los estados
socialistas de la Europa oriental, antes del derrumbe de la hegemonía
discursiva de la enunciación del sujeto de clase; sin embargo, se hacen plenamente visibles en el ejercicio
de sus resistencias y estrategias alternativas una vez desmoronado el
imaginario del proletariado.
En el continente de Abya Yala emerge un espesor de subjetividades, un
campo de posicionamientos de sujetos, con capacidad de interpelación integral y
de larga duración histórica; este espesor y este espacio de subjetividades puede
ser nombrado como el relativo al sujeto plural indígena. La emergencia de su
enunciación comenzó en la región andina con los levantamientos indígenas del
siglo XVIII, después reiteradamente e intermitentemente aparece en la forma de
levantamientos y sublevaciones en defensa de los territorios comunitarios,
dando lugar en los momentos más intensos de la lucha a la enunciación de un
proyecto político de reconstitución. Uno de esos momentos intensos se da con la
masacre del valle, la ruptura del pacto militar campesino y el surgimiento de
un discurso anticolonial y descolonizador, un proyecto político-cultural
reconocido como katarista. La expresión efectiva y práctica de este discurso, la
expresión territorial del proyecto de reconstitución, se da con el bloqueo
nacional de caminos de 1979 organizado por la CSUTCB, bajo la dirección de
Genaro Flores. Sin embargo, los momentos más intensos que derivan en un quiebre
histórico y en un desplazamiento epistemológico se dan en el periodo de luchas
insurreccionales de 2000 a 2005, después de una acumulación de resistencias y
periodos constitutivos que arrancan con la marcha indígena de tierras bajas por
el territorio y la dignidad (1990-1992).
El sujeto plural indígena se concibe como naciones y pueblos, como
culturas y civilizaciones, como resistencias múltiples anticoloniales, no se
concibe como clase, aunque las clases sociales estructuradas por el capitalismo
periférico la atraviesen. Su identidad no se construye dialécticamente, en un
devenir del en sí a un para sí, sino mas bien como una
alteridad radical, como una diferencia absoluta con la civilización y cultura
dominante, la modernidad, aunque la manifestación heterogénea de las
modernidades proliferantes termine constituyendo su auto-referencia y su
hetero-referencia. La identidad se construye como memoria, como lectura de la
inscripción colonial en los cuerpos. La emancipación entonces tiene que ver con
la recuperación de los símbolos y valores, aunque en el mundo en que vivimos se
hayan transformado, hayan sufrido su transvaloración. Lo importante es
construir la significación del mundo desde el imaginario de la ancestralidad,
como valor supremo frente a la degradación capitalista. Se trata de la
recuperación de los territorios, de los espesores culturales, como alternativas
a la mercantilización. Podríamos decir que se trata de una constitución nómada
debido a la circularidad de los movimientos, la dinámica de los recorridos, la
transformación hermenéutica de las redes sociales. En otras palabras, se
interpreta el presente desde otro lugar, desde los márgenes, desde una afuera
resistente, no subsumido, que permanece como espacio de refugio, aunque también
se combina el movimiento con resistencias desde adentro. Esta capacidad de
movimiento y articulación le ha permitido a la subjetividad plural indígena
amarrar varios escenarios de lucha, la lucha por la reconstitución con la lucha
por la interculturalidad, la lucha por los derechos de las naciones y pueblos
indígenas originarios con la lucha por la recuperación de los recursos
naturales, la lucha cultural con la lucha anti-neoliberal, la lucha comunitaria
con la lucha urbana. La mayor expresión de convocatoria y de alianzas se
encuentra en el proyecto alternativo al capitalismo, a la modernidad y al
desarrollo del vivir bien. Con la alternativa del vivir bien se abre una
perspectiva distinta en el combate contra el capitalismo, la defensa de los
derechos de los seres vivos de la madre tierra, articulándose entonces con las
luchas ecologistas. Se entiende entonces que el sujeto plural indígena es el sujeto
del proceso de cambio, es el sujeto del proceso constituyente y el sujeto de la
fundación del Estado plurinacional comunitario y autonómico.
La irradiación del sujeto plural indígena, de las múltiples
subjetividades resistentes y las líneas de fuga alterativas, no excluyen otras
identidades colectivas, al contrario las integran en un juego hermenéutico
intercultural abierto. No se entiende entonces por qué se acusa al movimiento
indígena de excluyente, culpándolo de racismo invertido; lo que ocurre es que
al quedar suspendidos los privilegios de la hegemonía mono-cultural,
mono-nacional y mono-civilizatoria se abre un ámbito de relaciones nuevos,
horizontales, interculturales, complementarios a los que no se está
acostumbrado. El sujeto plural indígena se ha convertido en el articulador de
nuevas alianzas en la lucha contra el capitalismo, en la construcción de la
condición plurinacional, de la condición intercultural, de la condición
comunitaria y de la condición autonómica, también en el articulador de una
integración complementaria de las sociedades, naciones y pueblos con los seres
vivos y los ciclos vitales.
Este es el horizonte histórico abierto por los movimientos sociales, las
naciones y pueblos indígenas originarios, ahora nos toca ver las contradicciones
del proceso, sobre todo las contradicciones entre este espesor de
subjetividades nómadas y las estructuras de poder instituidas, las
sedimentaciones institucionales acumuladas, las prácticas cristalizadas en las
costumbres y las conductas, las formas gubernamentales liberales heredadas.
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