En una de esas noches de
tertulia, presurosos de encontrar una conclusión victoriosa, nos detuvimos en
un incómodo momento de contradicciones. Nuestras posiciones de seguro
errantes, pero versátiles en su propuesta y comentario, hilaban nuevas
reflexiones, dudas y azares, que cayeron hasta que el tiempo indicó la hora
perdida y el lamento de lo insatisfecho.
Nos pareció oportuno abrir el
debate sobre una pregunta que aún creemos irresuelta: ¿Cuál es la función del
arte?
Para empezar, la delimitación
conceptual de Arte, y sus variadas acepciones fue un meollo bifurco, una
contrastación de aquellos que defienden el arte por el mero sentido estético,
una búsqueda paisajística de la realidad, que busca por sobre todo lo sublime
“lo bello”.
Contradecimos de momento,
cuando consensuamos prematuramente que el arte no se podría limitar a la
peregrinación de lo bello, ya que de hecho es excesivamente relativa y
subjetiva. Caería trágicamente ante la voracidad social tan abigarrado definir
lo bello en planos aplicables a la urbanidad.
Gateando un poco, bordeamos
los conceptos utilitaristas, de aquellos que encuentran una trascendencia de
responsabilidad social, “un arte comprometido con su realidad”. Claro que en
esta misma línea, hay aquellos que se abren un poco más y sentencian el “Arte
como ese reflejo de motivaciones cotidianas”, que busca por sobre todo, un
público, un aplauso, un sentirse observado y querido.
Seguíamos divagando en un
sentido individual. También la búsqueda de aplauso es un acto de satisfacción
personal. Preguntamos ¿si el arte sólo buscaría el aplauso, sería arte? Cosa
que pudimos desmentir, al recordar que la misma pecaría de una actitud zalamera
casi fingida del artista ante el público, que limita el acto de creación hacía
una subordinación comercial.
Sin querer entramos hacía la
compresión del sujeto que hace el arte: “El artista”. Seguro una ciudad sin
artistas, sería una ciudad des-almada, y volvimos al debate.
Era inevitable, también el
artista es humano y necesita comer, que fuera de los aplausos, debe tener
condiciones materiales que le permitan reproducir sus habilidades artísticas.
Reímos ante dos sugerentes
afirmaciones, “El artista se debe a su público” y al mismo tiempo “El artista
come de su público”, es una dependencia casi vital, para ambos.
Pero no todos los artistas
ganan ni dinero, ni aplausos, hay motivos artísticos que fueron derrotados. La
influencia occidental con todo su poder mediático y globalizante, pudo
aniquilar a todo aquello que no entró dentro del rating de lo comercial, es el
que de cierta forma define los cánones artísticos.
Analizamos un poco los cánones
artísticos que siempre están en constante disputa interna, y cambian en
función a las diferentes variables sociales, culturales, económicas, políticas,
etc., son determinadas por un contexto de triunfo y derrota.
Los cánones podrían ser desde
consensos colectivos de lo bello, hasta una imposición soberbia de la industria
que controla el arte.
Siendo sinceros, duro mucho el
debate sobre lo comercial. A pequeña conclusión, aterrizamos en la existencia
de fantasma que circunda y vicia la creación artística, “los cánones
artísticos de lo comercial”. Fuera de las habilidades artísticas, éstas están
destinadas hacía el exilio de la soledad social, si es que uno no sigue la ruta
que traza lo vendible.
Por otra parte recordamos a
muchos artistas que en su tiempo no fueron reconocidos, es más murieron en el
olvido y la pobreza, pero que pasado los años pudieron ser hitos históricos,
“Adelantados para su tiempo”. Como alguien diría.
El Arte debe de ser
revolucionario.
Ese fue un deseo vehemente,
esperar que el artista sea un sujeto transformador, cuestionador, flexible y
orientador de los senderos por los cuales la sociedad deba de dirigir su
mirada.
Cuantas generaciones lograron
desnudar su ruptura contra generaciones pasadas, contra cánones casi
intocables, contra formalismos asfixiantes. Cuantas veces el artista se ha parado
en la desesperación, en el grito urgente y altivo, que pueda hacer la pequeña
hendidura por dónde pase la historia.
Era irresuelto, definir la
función del arte, era más complicado de lo que habíamos imaginado
Ante la premura de acelerar
una conclusión digna de convalidar el debate, sacamos hilachas hilvanando un
cosquilleo que esperamos sea imperecedero.
¡Que se abra la
Tertulia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario