Por: Carlos Gutiérrez Andrade *
Desde su estreno “Zona Sur“ ha causado impacto en el público que asiste a las salas de cine. Después de los créditos, Sociotopía conversa con Juan Carlos Valdivia avezado director de cine. La conversación
versa sobre los aspectos técnicos de la cinta.
La conversación
versó sobre los aspectos técnicos de la cinta. La película es una rara
combinación de innovaciones del lenguaje audiovisual y cinematográfico, un
guión sencillo, una escenografía ebúrnea, inmaculada que raya en la hipérbole,
pero que es una ostentación del sarcasmo más agudo. Una parodia de una elite
moribunda víctima de los embates de otras castas más pujantes. Muchas historias
contadas a través de un ojo voyeurista: El lente de una cámara que
infatigablemente no deja de moverse y de exprimir las vidas de una jailona y
sus tres hijos. Dos empleados y un personaje omnipresente: la cámara. Casi se
pondría decir que el director se está divirtiendo mucho con ella, haciendo
girar su cámara furiosamente por la habitaciones de los personajes. Como las
aspas de una hélice, cercenando sus vidas. No hay tomas de primer plano, casi
no se ve el rostro de los personajes, pero no las necesitamos. Vemos sus
reflejos a través de muchos espejos. Aunque muchas de las actuaciones son
baladíes, los diálogos no lo son. Uno puede entrever en esa urdimbre la sombra del
complejo de Edipo. Y el cinéfilo ríe de esas bagatelas, pero sobretodo comparte
la levedad de esos seres trágicos atrapados en vidas suntuosas pero sosas. Un
niño pone el equilibrio en esa comedia y vuela al final con una de las
actuaciones más auténticas prometiéndonos mejores derroteros.
Carlos: Juan
Carlos, ¿la película en sí no tiene un argumento, verdad?
J Carlos: No hay
un argumento tradicional, yo, con esta película, quise romper con la escritura
aristotélica de los guiones: Principio, medio, fin y hacer una película
diferente. En ese sentido, sí.
Carlos: Me ha
parecido que cada paneo era una historia.
J. Carlos: Sí,
es una reflexión como de la burbuja, de las esferas, como habitamos en
burbujas, bueno, el caso de esta familia, una burbuja bastante cerrada.
Entonces, es eso. A veces parece casi documental, o sea estas observando los
detalles, la vida de las personas y sus objetos.
Carlos: Una
cámara muy espía, ¿Y el niño es muy simbólico, verdad?, lo del techo…
J. Carlos: Sí,
yo creo que el niño es el puente, es un niño que ha nacido en Bolivia muchas
veces; es el que tiende los puentes, el que le interesa el otro, el que le
interesa las otras culturas, el que no está contaminado todavía por las
convenciones y un poco el que se libra, quizá porque es el más niño y es una
familia sin padre, entonces está ahí solo y por lo tanto crece a sus anchas.
Carlos: Y puedes
saber lo de la servidumbre a través de él.
J. Carlos: Sí,
Carlos: Ahora,
todo era muy blanco…
J. Carlos: Sí,
quería contar esa decadencia en blanco, todo muy blanco, muy pulcro, quizá para
darle un contrapunto al observar esa decadencia que se ve en otros detalles…
Carlos: En tono
de broma me parecía que más bien al final el auspicio no era de ENTEL sino de
Lavandina o de Omo…
J. Carlos:
(risas).
Carlos: Donde
llevan esas sabanitas que sean…
J. Carlos: …que
todo sea tan blanco…
Carlos: Sí, tan
níveo, ahora tan bien me pareció que habían tomas helípticas, la cámara gira…
J. Carlos: Sí,
todos son planos circulares, yo quería que el espectador tenga, un poco la
sensación de que es un reloj, como las manillas del reloj, de que avanzan,
avanzan sobre la vida y a estas personas también se les está acabando el
tiempo.
Carlos: Bien que
dices eso porque en la película había un reloj que no se movía.
J. Carlos:
¿Cuál?
Carlos: En la
cocina había un reloj que marcaba una hora y volvía a pasar y era la misma.
J. Carlos:
(Risas) Pero en la primera escena se movía.
Carlos: También
he podido notar unas tomas aéreas.
J. Carlos: Están
hechas con una grúa en realidad por cuestiones de presupuesto.
Carlos: Es
increíble esa parte donde la cámara está siguiendo el niño en el techo.
J. Carlos: Sí,
la verdad que la película tiene unos logros técnicos importantes; debo
reconocer a todo el equipo técnico porque diseñaron aparatos especiales para
que la cámara se mueva. Realmente todo el trabajo de cámara es impresionante.
Carlos: Está
hecha para dos tipos de espectadores: El tradicional que está buscando una
historia con la cual divertirse, pero también está el espectador educado en
cuanto a cine que está viendo eso y también la historia o las historias. Las
innovaciones técnicas.
J. Carlos:
Definitivamente es una película no comercial, no para vender pipocas y, te digo
una cosa, la hice con mucha libertad, tampoco pensé en los festivales de cine,
ni en el público masivo, por primera vez
pensar un poco…
Carlos: Algo
experimental.
J. Carlos: Una
película bien arriesgada, entones la hice con pocos recursos, con poca gente, poco tiempo y para mí era
importante tener esa libertad porque siento que estaba contando algo importante
y necesitaba tener la libertad para
hacerlo. Yo creo que la película es entretenida, pero hay mucha gente que le
aburre y, ni modo.
Carlos: Hay
partes muy divertidas, muy sarcásticas. El empleado me trae recuerdos de una
película: “Lo que queda del día”.
J. Carlos: Ah,
claro.
Carlos: Verdad,
también estas queriendo mostrar eso. En esa película el mayordomo no tiene
tiempo ni para llorar La muerte de su padre y en ésta, el empleado casi, casi
no puede salir de su casa, sin embargo va y asiste al entierro donde el ataúd
es blanco y su nombre es extranjero, parece nombre de perro.
Carlos: Bueno,
sí, Wilson es un nombre extranjero, son las contradicciones que hay en todo. Si,
esta película está hablado de una clase social, más que económica, social. Hay
un dejo de aristocracia, de cuna, que se están aferrando a esa condición.
Carlos:
Decadente.
J. Carlos:
Claro, es decadente porque es rancio, porque está un poco fuera de tiempo.
Carlos: Y eso
llega a su clímax en el momento en que viene la chola y le ofrece dinero,
incluso la humilla, “aquí tengo todo el dinero necesario para que me dejes esta
casa para mí” e incluso le dice que va hacer una nueva construcción sobre ella.
Ahí está parte de la historia.
J. Carlos: Hay
una catarsis en ese momento y a mí lo que me gusta de ésto es que habla de un
cambio, de una revolución, pero sin sangre. Es una cosa muy contundente, hay un
cambio de élite en el país, el poder económico, el poder político ha cambiado,
entonces es un trámite. Yo no creo que la ofenda, la ofende sin querer y hasta
se muestra cariñosa con ella…
Carlos: Es muy
sutil en ello. En la parte de la música casi no has tenido problemas.
J Carlos: Es un
solo de piano. De Carola, de la madre y hay música que hizo Cergio Prudencio,
una mezcla de electrónica con instrumentos nativos.
Carlos: Para
terminar, ¿quieres contar un hecho curioso que haya pasado en la película?
J. Carlos: Ah,
sí, el actor que hizo de Wilson no sabía manejar, tuvo que aprender, pero en
una de esas que iba por la carretera, chocó (risas).
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