viernes, 7 de diciembre de 2012

30 años de democracia: La consolidación de la bastardía


Por: Wim Kamerbeek Romero*
El colectivo podría festejar la consolidación de la democracia a partir de nociones básicas de lo que el término concibe: alternancia en el poder, instauración de partidos políticos, la posibilidad de elección de sus gobernantes o la capacidad de influir en las políticas públicas. Que no se cometan más atrocidades a gran escala en nombre del poder, el orden y lo establecido. Todo válido. Mas la consolidación real de la democracia requiere de otro elemento clave: la libertad en todas sus variaciones. Y esto no significa precisamente la libertad de expresión en los medios de comunicación. ¿Las relaciones sociales, se han impregnado del espíritu democrático?
Para la real consolidación de la democracia se necesita permear al colectivo de los pilares que la sostienen: la libertad de expresión, la libertad de opinión, el respeto a la diversidad, etc. Pero bien, la doctrina como tal debe al mismo tiempo ser capaz de penetrar el subconsciente colectivo y las lacras que históricamente la sociedad ha conllevado: el carácter conservador y colonial, las relaciones gamonales entre unos y otros, la manipulación de la democracia en nombre de la democracia, la fuerza retórica en desmedro de los más desposeídos, y por supuesto, el autoritarismo en las relaciones sociales en nombre de imágenes de otros tiempos.

 Innegablemente, los años de la dictadura y militares rabiosos han quedado atrás, luchar por la democracia y la libertad de expresión era una tarea diaria que nuestros padres asumían como contribución a su propio desenvolvimiento; la formación de un nuevo simbolismo traducido en totalitarismo, fascismo o autoritarismo quedó en la sociedad civil como aquello que no debía volver. La democracia como utopía realizada fue la esperanza de varios años, aunque esto signifique únicamente el retorno de los medios de comunicación independientes o la elección de los gobernantes por vía democrática. Pero bien, los momentos de crisis son aquellos constitutivos de lo que irá a venir, definidos por el horizonte en común y la utopía necesaria, establecidas por el repudio a lo establecido y al orden impuesto; traspasan el muro para crear algo nuevo a partir de la disponibilidad que el pasar del tiempo ha logrado. La crisis como momento constitutivo no logra quemar en su totalidad a lo que la causa e inevitablemente lleva consigo a los infectados que el poder establecido antes logró transmitir. Es en ese momento donde la constitución de lo nuevo pasa a su cuestionamiento y no logra perdurar en el tiempo,  sus obstáculos son los mismos infectados que inconscientemente reproducen lo anterior a la constitución; colonia, república, alianza de clases y dictaduras, todas logran constituir lo nuevo, pero bien los elementos infectados dan lugar a nuevas estructuras, logran sin querer, la reivindicación de imágenes anteriores a partir de su origen bastardo: la incompletitud del ser, definida por lo material fuera de él, estima nuevos momentos históricos, aunque su origen siempre lo detenga.

El origen de la bastardía: la mentalidad colonial-conservadora
La mentalidad colonial-conservadora como origen de la incompletitud del ser, refiere a la esclavización que ciertos parámetros raciales, religiosos y económicos determinan en las relaciones sociales en la Audiencia de Charcas. Es constitutiva del ser en una primera etapa al marcarlo subconscientemente. Debemos afirmar que la colonia y el conservadurismo es el proceso de más larga data en nuestro territorio, sus consecuencias son notorias al definir en un contexto más amplio las relaciones sociales en nuestro territorio.
La conformación de la sociedad alto-peruana se regía por tres ejes que funcionaban como motor de las relaciones sociales: el origen, la raza, y lo económico. El origen es determinante en cuanto a la adquisición de cargos públicos de alta jerarquía, estaban reservados para los españoles nacidos en España, y no así a sus descendientes americanos, aunque bien, la dirección podía estar a su cargo. La raza define también relaciones sociales al lograr que blancos se adjudiquen el poder y la dirección del territorio (lo que años después perdura, independientemente de otros momentos constitutivos que pretenden marcar otro enfoque en las relaciones sociales: revolución de 1952, por ejemplo); lo económico es el parámetro en cuanto al poder adquisitivo que ciertos grupos, como consecuencia de los dos ejes anteriores, ejercen en el territorio.
Por esto, la movilidad social es difícil en una sociedad cerrada como esta. El efecto está en lo que denominamos mentalidad colonial-conservadora, que refiere a la constitución del ser que recibe lo material antecediendo al ser: el entorno conservador lo influye a partir del carácter colonial. El ser es lo que es, pero queriendo ser algo más y buscando no dejar de ser, porque dejar de ser, rebajar en la escala social, implicaría caer en su no-ser, lo que el ser percibe como el entorno que al mismo tiempo lo define. La negación del entorno que lo rodea determina al ser, y por ende tiene como consecuencia el comportamiento arribista del ser que se encuentra en tal escenario. Aquí se encuentra el origen bastardo, incluso en el carácter democrático que cientos de años después el ser se encuentra: el estado de negación que en el ser se encuentra al recibir la influencia del entorno que antes lo ha definido. La condena a lo real  es la alienación del sujeto, en tanto que la misma alienación constituye al sujeto y lo constituye en su bastardía; el ser da por sentado que existe como tal, constituido. Pero siempre, el entorno y lo material definen cíclicamente lo faltante en el sujeto, en un constante juego entre lo material y la alienación, el ser concibe su no-libertad como tal. Busca al mismo tiempo liberarse de la constante condena de lo real, aunque bien la alienación prometa a corto plazo la libertad que el ser, a partir de las relaciones gamonales y las condiciones externas, establece como imagen que vaya a compensar la bastardía.
Es aquí, más o menos, donde la mentalidad colonial-conservadora, adquiere legitimidad. Es la misma promesa de la alienación que promete la libertad buscada. En una suerte de conformismo que tiene que ver con conservadurismo, el ser entiende que la única forma de no enfrentarse a lo real, material, entorno o finalmente, su no-ser, es la condena y corrección de aquello que no parece estar adecuado a lo establecido. Es la aparición del origen del origen, la mentalidad colonial-conservadora se encuentra con la modernidad  en una relación jerarquizada, casi paternal y desarrolla como evolución lo que antes, a través de otras instituciones, se buscaba. La imposición de ciertos valores de control social por encima de los valores que ya existían en los primeros habitantes de la región (aunque bien, fallado, por la fusión entre rasgos culturales entre uno y otro lado) necesaria para la instauración de un régimen mercantilista  se traduce en autoritarismo, el rasgo que define al no-ejercicio de las libertades y, durante la organización de la cultura, definitorio para la construcción del arquetipo del boliviano de la República, dividida a partir del pensamiento de raza y clase.
Las relaciones gamonales entre unos y otros,  el autoritarismo
La aparición del autoritarismo como producto de la colonia y la mentalidad colonial-conservadora, se refleja como mejor ejemplo en lo que denominamos “relaciones gamonales entre unos y otros”, es la puesta en escena de lo que para el colectivo significaría después el no-ejercicio de las libertades durante la democracia. Tomando en cuenta la aparición de la democracia como tal, es decir, la elección directa de gobernantes mediante el voto por los ciudadanos, no llegaremos más lejos que deducir que ésta sirve sólo para legitimar los grupos en disputa por el poder, que como sabemos, corresponden a las clases blancas dirigentes de la época. La reforma constitucional de 1843  suscrita por Pantaleón Dalence, si bien buscaba terminar con  la presidencia vitalicia que la Asamblea de 1825 había suscrito, era únicamente la pretensión de una clase que ya se hallaba a sí misma como dirigente. En su búsqueda por imitar a otros países, debemos reconocer que al menos se trató instaurar un régimen democrático donde el “pueblo educado”  podía elegir a sus gobernantes aunque bien, un candidato u otro no se diferenciaban realmente entre ellos en lo que a la visión de país respecta. El Estado era concebido como una prolongación de clase.
A pesar de los posteriores cambios que en cuanto al sistema electoral respectan, la visión no cambia mucho. Implícitamente, la democracia servía para el respaldo a unos cuantos oligarcas y aun otorgando los mismos, derechos que pudiesen incluir más electorado, estos eran restringentes en cuanto al origen racial y la educación, siempre de acuerdo al movimiento en el que éstos se encontraban políticamente hablando. Estamos haciendo referencia a la instauración de los partidos Conservador y Liberal, que luego, bajo la hegemonía del último, se prolonga un largo dominio de 20 años ocupando el poder boliviano.
Por otro lado, a pesar del carácter democrático creciente, se da lugar al caudillismo y al gran número de militares que lograban ascender al gobierno mediante golpes de Estado, el acceso al poder. Podría decirse que la democracia estaba en construcción o que aun el Estado como institución no estaba del todo consolidado; sin embargo, a lo que queremos llegar es el autoritarismo como cuestión vigente e intrínseca  que al mismo tiempo, deriva en el comportamiento de la clase oligárquica para con el Estado, así como los caudillos de la época (aunque bien todos pertenecían a la misma clase): la clase dirigente tenía una noción gamonalista del Estado, era como una hacienda por construir, pero donde los pongos o lo que pueda llamarse Bolivia Profunda no tenía acceso, ni voz ni voto. La influencia que esto tiene en la consolidación de la democracia se da en el sentido que la noción de libertad y el acceso a los derechos universales es algo oculto y no bien conocido por el colectivo; se remite únicamente a que “democracia” significa la capacidad de votar, elegir gobernantes. No así la libertad de opinión, que con el paso del tiempo, agravado por los gobiernos dictatoriales producto de la frustración militar y el autoritarismo, produce en su total desconocimiento.
Aparición de la democracia, su violación y la fuerza retórica. Los medios de comunicación
La Revolución Nacionalista de 1952, incorpora en el ejercicio del poder a dos clases nuevas: el proletariado (minero) y los campesinos, el comportamiento de ambas define la suerte posterior de la Revolución, su desenlace. Pero bien, el comportamiento de dos clases oprimidas en el tiempo, desconociendo cualquier noción de libertad más que el mero ejercicio de sus rasgos culturales y siempre debidos al patrón gamonal blanco, significaría no la consolidación de la libertad de opinión, únicamente el derecho a votar y la adquisición de ciertos derechos. El Estado como ente mediador entre varias clases y/o sectores sería violado una vez más por la visión gamonalista del Estado que los patrones, o bien sus herederos  concebían. El derecho a voto y la democracia es una herramienta de la fuerza retórica que la “alianza de clases” perseguía como mero enunciado: servía como instrumento de legitimidad para los nuevos dirigentes. La entrega de tierras como producto de la Ley Inra de 1953 propugnaba más allá de lo revolucionario de la cuestión, la fidelidad del electorado acreedor de las tierras, lo que en sí, más allá de cualquier juicio emotivo, significa una “manipulación democrática de consenso”, es decir, tierra por votos. Tiempo después, la Revolución es tergiversada porque el gobierno Dual (o al menos, la idea) se rompe. Se entrega el poder a los burgueses que gobernaban en ese entonces, una vez más, las relaciones gamonales y autoritarias prevalecen en torno al origen, la raza y lo económico.
La libertad como tal, se ve corrompida una vez que se disuelve el gobierno de Torres y su famosa Asamblea Popular de 1971. Es la primera vez que se aglutina al proletariado, al campesino y a la clase media en una Asamblea para discutir la dirección del país. Las dictaduras poco después disuelven la idea y proponen la eliminación de cualquier libertad, fiel a lo que este tipo de regímenes proponen.
Si bien es la aparición de los medios de comunicación, su fuerza se mide a favor de los oprimidos en ese entonces, los bolivianos en todo el país. Lo revolucionario aquí es que los medios de comunicación en todo ese contexto, pudieron transmitir aun de manera clandestina las ideas en lo que a la libertad,  democracia y derechos humanos respecta. No podríamos explayarnos más a favor de los medios de comunicación porque su labor es restringida en ese contexto y no ilustraría el punto que queremos demostrar. La democracia como tal, una vez que las dictaduras se disuelven, derivan en la consolidación de la elección de gobernantes mediante voto popular, camino que debería ser seguido luego de revolución nacionalista de 1952. Pero bien, la transición de un momento a otro, conlleva intrínsecamente rasgos que ningún momento constitutivo-histórico ha logrado eliminar: el autoritarismo y las relaciones gamonales entre unos y otros perviven aun en regímenes democráticos como en 1952, encuentran su auge durante las dictaduras y aun más importante, encuentran su reivindicación en plena etapa democrática con un nuevo actor que, peligrosamente, erige como bandera la libertad y condenando todo movimiento que no vaya con lo que pregona: los medios de comunicación.
Si el trabajo de los medios de comunicación es informar, recoger los hechos que el entorno lanza para su efectivo trabajo, el rasgo especial y más importante es precisamente poder trabajar en un marco democrático, o lo que se entienda por eso. En plena conmemoración de los 30 años de democracia, los medios de comunicación son importantes para las relaciones sociales porque su labor es informar (ejerciendo al mismo tiempo influencia en el individuo receptor, logrando colaborar a la opinión y educación, de cierto modo, del ciudadano) pero ejerce la mayor influencia sobre el ciudadano en cuanto a la democracia o a la libertad intrínseca al modelo. Todo válido. Los medios de comunicación definen gustos, intereses y posiciones respecto a la política, cultura, deporte, etc. en cualquier sociedad, deberían poder responder la diversidad que en sí la democracia liberal pregona: el respeto a la diversidad, individualismo.
Sin embargo, los medios de comunicación han fracasado también en su intento por erigirse como estandartes de la democracia y la libertad, reflejadas ambas en las relaciones sociales, considerando la gran influencia que los medios tienen en el colectivo. La independencia de los medios de comunicación traducida en objetividad periodística no existe y menos aún en un país con tantos problemas de educación a lo largo de la historia . Los intereses particulares en cada medio, siempre de acuerdo a los intereses del dueño o agrupación a la que el medio pertenezca, logran su cometido una vez que se enfrentan a la ingenuidad/falta de sentido crítico de su audiencia. De nuevo, y no en el ánimo de caer en reiteraciones pero sí en el intento de sustentar lo expuesto, hacemos referencia al autoritarismo y relaciones gamonales tan intrínsecas al colectivo boliviano. Los medios de comunicación buscan establecer un arquetipo de boliviano a partir de blanquitud  y condenan, tal como la modernidad, a todo lo que no sea identificado como parte del movimiento. Aquí la fuerza retórica también de otro movimiento en desmedro de lo no-moderno y no-blanco; imitando tal como en la República y su organización el movimiento a partir de la raza u origen étnico.
Conclusiones
Por tanto, la democracia no se consolida en la libertad de las relaciones sociales por la mentalidad colonial-conservadora original de la modernidad, que condena a todo lo extraño y se da fuerza por  “el otro”. El arquetipo de boliviano, formado por las clases dirigentes de la República a partir de las teorías  liberales - positivistas de la época, condena asimismo a la Bolivia Profunda, donde 75% es indígena o no dispone de lo blanco para la ocupación de cargos jerárquicos o la movilización social.
El panorama no es diferente, a pesar de los 30 años de democracia y los regímenes democráticos excluyentes/incluyentes antes de ella. Las nociones de autoritarismo, como efecto de la mentalidad colonial-conservadora, se dan independientemente de lo revolucionario que pregona cualquier movimiento constitutivo; de aquí que los movimientos revolucionarios, a pesar de la carga simbólica que cada uno tenga, no logran terminar con estas nociones viejas y de larga data. La aparición de los medios de comunicación, aun abanderadas con libertad y democracia, reproducen lo mismo frente a una población que se enfrenta a la fuerza retórica de cada movimiento/individuo/interés en pos de sus propias aspiraciones. La bastardía, se constituye en el momento que no sabemos aquello de lo que se nos habla, ya sea “democracia”, “libertad de expresión”, etc. pero bien que la parcial noción nos va definiendo como sujetos de una mentalidad autoritaria dentro de una estructura en potencia democrática. La bastardía de la mentalidad colonial –conservadora se define en torno a lo “otro”, la utopía democrática.

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