Por: Franz Santiago Rodríguez Miranda*
Incesante, así se puede definir
de alguna manera el trabajo que el incansable señor Juan Evo Morales Ayma y su intrépido Álvaro García Linera (o roles al revés , han realizado para la
mejora del país. Un nuevo país con una gran visión descolonizadora, sobre todo
desde la raíz de lo cultural, plurinacional, que se basa en un pluralismo que
abarca todas las esferas, es decir tiene sus cimientos en lo político,
económico, jurídico, cultural y lingüístico.
Partiendo
de la lógica que se encontraron en las cifras del Censo Nacional de Vivienda
de 2001, que determinaban a la República de Bolivia como un país de mayorías
indígenas, además para legitimar su gobierno y también todas las reformas
estructurales que se hicieron dentro de la nueva constitución, ahora vigente,
que presentaba una nueva visión del país. Falso concepto, puesto que Morales
había llegado al poder por medio del ascenso en los sindicatos, luego como
diputado de la coca y recién después como ícono indígena.
Entonces
examinemos de manera muy resumida lo que sucedió en la coyuntura del Censo
Nacional de Vivienda del 2001.
Se
parte de dos bases: la primera es la que se ha hecho desde las categorizaciones
de los censos de indígenas de 1900 y 1950, según rasgos raciales, vestimenta y
localización territorial.
La
segunda base muestra un patrón de auto identificación socialmente construida,
básicamente cultural.
La
pregunta 49, del Censo 2001 referida al origen decía: ¿Se considera perteneciente
a algún pueblo originario?: La pregunta era nueva. Con ella se buscaba
reafirmar al país como su misma Constitución lo decía: multiétnico y
multilingüe. Que no fue una pregunta sobre raza, es decir no se podía responder
mestizo, boliviano, camba o algo parecido. Si una persona consideraba que no
tenía ascendencia quechua, aymara o guaraní, simplemente podía responder:
Ninguno. Sin embargo parecía que todos querían pertenecer a algún grupo y casi
nadie respondió “Ninguno” Cosa que no es coherentemente contrastable con otra
pregunta referente al idioma materno, que nos muestra algo sencillo pero de
gran preocupación a la hora de decidirse por entrar en una categoría, por
ejemplo según el Censo de 2001, un 25% de los Bolivianos se auto identificaba
como aymara, sin embargo sólo un 14 % aprendió a hablar en ese idioma.
El caso de los quechuas
resultó igualmente contrastable, pues el 31 % de los habitantes bolivianos
afirmaba provenir originariamente de este grupo étnico, cuando sólo el 21%
hablaba su idioma. Si contrastamos estos resultados a los de la Encuesta
Nacional de Identidades Étnicas y Raciales (ENIER) de mayo del 2004, veremos
que cuando se incorpora la condición de mestizo, en las categorías étnicas,
sólo el 14% de los quechuas afirma ser indígena, es decir que el 69 % de
quienes manifestaron ser de origen quechua no abrazaban su etnicidad, y de esta
forma se puede encontrar a un sin número de Mestizos quechua o aymara
parlantes, claro que en porcentajes menos significativos.
Estos porcentajes se deben a
la escolarización que recibieron los bolivianos como reveló el censo de 1976,
como también reveló que hubo un aumento muy considerable de población y que
fue mucho más urbano; mientras que en 1950 el total de personas que vivían en
los pueblos y ciudades era del 34 %, en 1976 esta cifra había saltado a 50 %.
En 1950 solo pasaba por alfabela un 31 % , en cambio en 1976 la cifra había
pasado al 67 %, con más del 80 % de los niños de entre 10 y 14 años de edad escolarizados.
De tal manera que para 1976 el español ya era por primera vez la lengua
mayoritaria de Bolivia, independientemente de las raíces culturales o étnicas.
Posteriormente se pudo
evidenciar un desprecio por lo indígena, en los centros urbanos poblados
mayoritariamente por indígenas migrantes del campo, ya que la globalización
entraba en boga y todos los políticos hablaban de una modernización del país,
la aldea global, además poco a poco fue ingresando el “sueño americano” en las
conciencias de las masas por varios medios de comunicación masiva. Siempre se
había despreciado a lo indígena en los centros urbanos, pero eran los mestizos
y criollos los que lo hacían (durante más de 500 años), en cambio para estas
alturas de la historia de Bolivia, había nacido un desprecio de lo indígena
por parte de los propios indígenas ahora parte del cholaje popular.
Si por mucho tiempo ha
existido esa negación de lo indígena, esa parcialización a la imagen no
indígena; ahora nos vemos en el otro polo, desde la siguiente lógica: “ahora la
constitución Política del Estado Reconoce Privilegios a los habitantes de
algún grupo indígena, y estando a la cabeza un Presidente autodenominado
indígena; entonces yo que no soy indígena, ni sé hablar ningún idioma
indígena, podré auto identificarme como uno, cuando me lancen la pregunta en
este nuevo Censo Nacional de Vivienda del 2012.”
Obviamente al gobierno le
preocupó esta pregunta de singular manera, incluso hubo una gran polémica que
regresará en su momento, previo y post, 21 de noviembre. Es que el partido en
gobierno debe reafirmarse, ya que apoya a lo indígena, siendo el presidente
un ‘representante directo’ de ellos, produciendo una mayoría tal, sin importar
la veracidad, para poder seguir diciendo que representa a una mayoría en el
país, a los siempre relegados indígenas.
Fuentes:
-Instituto Nacional de
Estadística (INE) del Censo Nacional de Población y Vivienda del 2001.
-Encuesta Nacional de
Identidades Étnicas y Raciales (ENIER) de mayo del 2004.
-Historia de Bolivia de
Herbert S. Klein.
-Halajtayata de Rafael Loayza.
*El autor es egresado de las Carreras de Sociología y Derecho de la
Universidad San Francisco Xavier
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