sábado, 9 de abril de 2011

De la Utopía de Tomas Moro hacía la expedición a Sociotopía

Editorial.


En realidad nadie tiene la certeza de su existencia, ni después de los casi 500 años que Tomas Moro en octubre de 1517 publicara su famoso ensayo “Utopía” y aunque los avances de la tecnología y la ciencia moderna, han logrado desnudar el relieve terrestre y revelar las diferentes culturas y sociedades organizadas, nada en concreto se parece a lo que Moro contó alguna vez, en la isla “Utopía”. Tal vez de ahí el significado griego que traducido dice: “en ningún lugar”, claro Utopía desde la mirada racional, fría y conservadora, no es más que un imaginario y como muchos dirían algo subjetivamente ideal.
Lo cierto es que ese librito simple en cuerpo y forma, ha logrado alimentar los sueños y andares de generaciones integras, que con el paso del tiempo se han propuesto encontrar aquella isla de la felicidad y estar en esa fabulosa tierra que ofrece por sobre todos los deleites humanos la casi perfecta forma de organización social.
Moro cuenta como Rafael Hithlodeo había sido testigo habitando por cierto tiempo la isla Utopía, lo cual impresiono en él, su forma distinta de su cultura, economía, y forma de organización política y social, que muy distinto al sistema feudal de explotación, y el poder concentrado por los Estados Pontífices, soberano y absoluto, características propias de su tiempo. Fue una sociedad de aprender.
Desde entonces, el nombre de Tomas Moro ha sido muy citado y recurrido en particular por las nuevas ideas, que nacen a causa de esta sociedad ideal, tanto así que generaciones venideras, rescatando la obra le dieron un sentido profundamente político por sobre todo y de esa manera crear una corriente ideológica que se la llegó a denominar “Socialistas Utópicos”.
Lo particular de la narración que presenta Moro, de las muchas que menciona es la forma de trabajo, basada principalmente en la agricultura, al cual empleaban solo seis horas,  entendiendo que era el suficiente para producir bienes de subsistencia, y las demás restantes eran utilizadas a oficios de expansión, comprendiéndose como música, pintura y otras artes.
Pero no solo la agricultura, sino también la disposición de sus casas cúbicas, y ordenadas perfectamente, además que estas cada cierto tiempo debían de rotar, y obligar a que cada una de sus familias deban dejar en perfecto estado su vivienda para que otro venga y en cierto modo se hacía práctico el “recibes todo lo que das”. La organización política, que desde una lectura del incario, es muy similar, ya que estas se basaban en el Ayllu, la Minka, el pasanaku, valores o formas sociales de convivencia que también Moro, con diferentes nombres, logra exponer en su libro, claro siempre refiriéndose a Utopía.
Del aporte sociológico, o la influencia histórica que esta obra reflexiona, lo que queda es la Utopía en sí. Porque en nuestra expedición hacía la Sociotopía, encontramos en la cotidianidad y en muchos despertares, la triste realidad que devela serias contradicciones y más aun si se es de familias humildes, que soportan y reciben los castigos del sistema capitalista que desnaturaliza la humanidad y mediante ella se construye las desigualdades, injusticias, cárceles, hambre, y demás males que hacen repudiar a la sociedad en la que se vive. Tal vez por eso, es que muchos sueñan con sus utopías, su país inventado, su sociedad imaginaria. Un lugar donde creen se puede “vivir bien”.
Caminan en busca de un sueño, esa vitalidad con la que se plantean los objetivos, no es otra cosa que reafirmar los instintos del cual sobreviven horizontes de nuevos días, tomando de cierta forma nuevas herramientas y alimentando los ideales, se emprenden los largos caminos.
Un día en una entrevista a Eduardo Galeano, un periodista preguntó ¿Y usted para que cree que sirve la Utopía? Luego Galeano algo sobrio y lucido a la vez responde: -Mire le voy a poner un ejemplo- “Imagínese que usted está en un desierto, donde solo hay arena y sol. Y usted se ha propuesto llegar al sol que está en el horizonte, va caminando da dos pasos, mira al sol y este da cuatro pasos, luego usted da 10 pasos y el sol se aleja más y da 20 pasos y al cabo de un rato, usted se da cuenta que es casi imposible alcanzar al sol, entonces uno se pregunta, ¿Para qué sirve la Utopía? Entonces le respondo: -la Utopía sirve para caminar-”.
En este ejemplo podemos rescatar la esencia misma de la Utopía, no como forma idealizada, ni dogmática, sino como una herramienta que nos ayuda a avanzar, y en muchos sentidos, como ejemplo en escribir, pintar, entrar a los palcos políticos, o simplemente reflexionar y mirar la realidad con esa admiración de descubrir cada día algo nuevo, aún en la misma realidad. Siempre se tiene algo que decir, o algo donde llegar, algo que no existe, pero se puede construir, en sí esa Utopía que nos habita y al cual pocos descubren.
Tal vez esta apreciación un tanto romántica, muy sentimental, pero candente de esperanza, deje algo en que pensar, e irrumpir hacía nuestra vitalidad, que en la vida universitaria se ve asediada por las tentaciones y distracciones, que como ruidos sutiles, anulan y ofuscan el encontrarse con la claridad de los objetivos vitales.
De cierta forma, el sistema político y social con paso del tiempo y el desarrollo de nuestro ciclo vital, ha ido alejando los sueños que de niños o adolescentes aún manteníamos y poco a poco los cuerpos y las mentes se van corrompiendo.
Una de las clásicas formas de represión psico-social, es aquella, cuando dicen: “Todo extremo es malo”, haciendo entender, que existe un campo, neutral, regular o de equilibrio, en el que se debe de convivir y no traspasar los límites.
Que siempre fue así, que está mal si se va a un extremo. Y bajo estas pautas conductuales los individuos crean inconscientemente sus cárceles mentales, donde se le ha destinado a un rol poco menos que esclavista de una edad moderna. Haciendo una lectura sociopolítica en ellos “clases pudientes”, todo es permitido, o el dinero puede permitirlo, en cambio los sectores sociales marginales, que no tienen dinero, todo se les está prohibido, o si traspasan los limites, están destinados a sufrir las represiones de todo lo que el sistema capitalista ha inventado para castigar.
También ellos matan, roban y mienten, hacen leyes a sus intereses, pero no son ajusticiados. Entonces la gran pregunta, que emana. ¿Qué es lo malo?, y no es difícil responder. “Lo malo es aquello que les molesta o perjudica, aquello que pone en riesgo sus intereses”, eso es lo malo por eso nos repiten siempre que no seamos extremistas, y vivamos de forma que no  molestemos a nadie, y aceptemos todo sin quejarnos.
Es por eso que se hace latente, la construcción de “Sociotopías” y también “Sociotopistas”, que expuestos a la realidad son empedernidos “Sociópatas”, que luchan contra una sociedad enferma, que les tilda de locos y pretende anularlos.
Ahí vuelve a renacer, el arte del pecado maldito, que nos hace ilusionar, en esta necesidad de volver al verbo, a la palabra escrita.
Esta necesidad de existencia en la conciencia del otro, en el auditorio infinito y anónimo de las palabras andantes.
¡Que se abra la Tertulia!

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