lunes, 11 de abril de 2011

Símbolo y metáfora como única forma de expresión literaria

Por: Miguel Ángel Alcaraz


Uno de los fenómenos comunicativos que poseen mayor incidencia en la vida diaria es la: “expresión  hablada”, la conclusión de nuestros pensamientos en palabras, la constatación palpable que la realidad está hecha de palabras o que en algún modo todo lo visible es algún modo palabra y por lo tanto pensamiento.

Mas actualmente las palabras parecen estar perdiendo su efecto realizador y van convirtiéndose en embajadoras de lo vago, lo ambiguo y difuso. Los discursos emitidos por los medios de comunicación, y en especial discursos políticos o los relacionados con el mundo del entretenimiento banal y absurdo, muestran que integran el pensamiento o lo producen con un lenguaje ambiguo. Por ello no es importante decir lo que pasa, lo que constatan los sentidos, sino que por la mediación de instrumentos y canales puede lanzarse declaraciones y sin embargo los hechos están en completa contradicción con lo enunciado.

Lo mismo ocurre cuando se trata de una propuesta estética de la palabra, es decir cuando la literatura que pretendidamente debía adquirir una relevancia mayor a la de los medios de comunicación ha ido subsumiendo sus intereses a los del público, se  producen ejemplos de pretendida calidad estética, con lenguaje cuidado y prolijo, con ingeniosos giros argumentales, aunque la intención del escritor era no decir nada en general o particular, pareciera que trataba de ejecutar movimientos mágicos, prestidigitaciones que anunciaran explosiones y conmoción en los cimientos del espíritu; pero en realidad aparece una risa fatua que contagia a todos de fatuidad.

Así concluiríamos que hablar y pensar no es un privilegio, es una natural forma de ser hombres, que todos poseen la capacidad de expresarse y lo hacen según sus propósitos, porque puede pasar que coaccionado
a callar continúe ininterrumpido el flujo del pensamiento, no así la voz, en literatura tendría que prohibirse el ejercicio de la escritura por cualquier medio o instrumento físico o electrónico, pero nuestro escritor no dejará de imaginar y crear historias y fábulas. Lleguemos entonces a un acuerdo querido lector, como si estas cosas dichas hubiesen sido calladas, el tema de pensar en el momento y lugar deseados los que queramos y se nos pueda ocurrir hubo, de algún modo espontáneo, surgido hace ya tanto tiempo y salvo la propia voluntad no existe otra manera de silenciar el pensamiento. Por lo mismo no es igual callar que guardar respetuoso silencio cuando se trata de entender y posteriormente crear nuevas maneras de pensamiento o discurso.

Se nota asimismo que la finalidad del discurso mediático es buscar la oportunidad de hacer público y notorio la variedad de pensamientos, si es posible de todo el mundo. Quizá ya en un tiempo pasado la literatura trataba de mostrar la multiplicidad del pensamiento mundial, es el cruce entre siglos del XIX al XX que se intenta diversificar la literatura en el discurso de los personajes y en la forma del planteamiento de la historia, el s. XX en cambio es una expresión del pensamiento múltiple, de la posibilidad infinita de ver el mundo de distintos puntos de mira. En la época victoriana, veámosla como ejemplo, la novela aún callaba cierto tipo de pensamientos, reprimía (según la terminología freudiana), callaba y hacia callar, guardaba silencio ante el miedo de morir producto de sus temores escondidos como demonios en sus pensamientos.

La época victoriana es acalladora, silenciada por una moral de madre puritana, despótica y ridiculizada por una
Reina  de Corazones que manifiesta un tipo de poder abrasado por el capricho.

Algo sin embargo ocurre a fines del s. XIX en la Europa Central, existe un movimiento de indecible descontento con la sociedad y sus valores de época; la caballerosidad es un traje de frac con un carácter agresivo, cínico, las pasiones cobran insanas direcciones, los gustos imperiales se subvierten por prácticas ocultistas, el lenguaje adquiere una dureza que sólo la Primera Guerra Mundial logrará traducir en un espíritu de caos que se buscaba o ansiaba. Nietzsche ha cobrado a la sociedad de nuestro siglo lo que no pudo pagarle la de su época antes de que muriera; pero antes de cobrar vinieron muchas notas de aviso que la literatura tuvo bien a guardar:
Robert Musil, Guillaume Apollinaire, Erich MAria Remarque, Joseph Roth,cada uno llevando a Europa la posibilidad de verse en su monstruosidad, para además poner de manifiesto que ese eurocentrismo había llegado a una eclosión que podría el pensamiento.

Así Musil, descubre en su novela “Las tribulaciones del joven Torless” que los adolescentes actúan con saña la misma con que luego actuaría el gobierno nazi con los judíos; Apollinaire describe con exactitud demente el desfloramiento de una jovencita en una ceremonia de ancianos popes y mujeres viejas que sirven a estos, y quien relata todo el hecho es Moni Bibescu, un gospodar, un señor que incluye criado, que representa a un ministro, un hombre que vive en círculos aristocráticos. Hoffman, cuentista fabuloso, creador de ambientes sobrecogedores relata misas negras; el caso de Joseph Roth es distinto, una noche en un bar de Paris Golubjik, un ex agente secreto de la policía secreta rusa (ojrana), da a conocer las aventuras que le han llevado a casarse con una hermosa mujer que con los años se vuelve despótica, este asesino hijo bastardo de un noble ruso, el príncipe Kropotkin, demuestra en su relato la posibilidad de que el hombre en su afán de poder busca por los medios más viles poseer aquello encendido por una pasión, por una sed de venganza, por odio en fin de cuentas.

Qué caracteriza estas obras: la forma en que la realidad se muestra palpable y como el lenguaje es directo y logra dar cierto patetismo a todos los ambientes y personajes, estas novelas tienen sin embargo a un linaje que sólo “Los hermanos Karamazov” podría haber delineado, quizá Raskolnikov, también logró dar cimiente a este tipo de personajes y libros, la psicología de los personajes es profunda, ya no actúan por un hilo de predestinación, viven en la trama de la novela, la literatura del realismo más duro de fines del XIX da una gran lección en la construcción de la obra literaria. La Primera Guerra Mundial dará una lección más, “Sin novedad en el frente”, en ella un soldado que se alista a la guerra entusiasmado por los discursos belicistas de su maestro, por el exacerbado patriotismo con que inculca en clases a los jóvenes el deber cívico, observa en el frente que todo lo que le habían contado sobre aquella conflagración ha resultado falso, lo único cierto es la muerte, muerte que silba a sus oídos y que él esquiva, la muerte de sus amigos y camaradas; dado de baja por una herida regresa a su casa y sólo puede encontrar un gran dolor, que la guerra ha invadido su vida y sin ella no puede vivir, por lo que regresa a morir, poco antes de que acabe el conflicto. Este tipo de historias antibelicistas irán en el s. XX reproduciéndose como una forma de protesta por la humanidad, ya que en estos hechos bélicos no importa la cantidad de bajas para los gobernantes y países contendientes, lo que importa es el interés por recursos, por territorios, por dominación y poder sobre otros, los soldados son solo instrumentos.
Decadencia, esa es la palabra que el contemporáneo europeo solía esgrimir para la sociedad de aquella época; cinismo, en las culturas que en el viejo mundo inauguraron una especie culto por los valores y la educación esmerada y que condujeron a la contravención total de todos los valores, esta premisa es nietzschiana por esencia, más allá de la sindicada influencia sobre la ideología nazi, es en nuestra época donde esa crisis de valores se reproduce con una celeridad que ya no causa espanto como a principios del XX sino que el pasmo, se ha vuelto una sumisa aceptación del contravalor, ya pocos se preocupan por el valor moral y el humano, la juventud está reflejada en el contravalor, en lo amoral e inmoral se baña en tinas de cerveza, es esta juventud actual tan hija de Nietzsche, tan postmoderna que para describirla es necesaria una novela de fin de semana, la cual por mi parte no necesita explicación ni interpretación sino una contextualización de los motivos que la fundaron, mi misión en adelante será descubrir cómo esa novela weekend ha sido anunciada por obras de contenido erótico en el s. XX.

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