viernes, 8 de julio de 2011

Por: Jhenny Alborta *

Mayo 2011 (Sociotopia).- Te habrán matado la carne con un torrente de fuego. Pero jamás la palabra y menos el pensamiento".
(Semanario AQUÍ, 1980).
Esta frase encabezaba la noticia que lleno de luto y consternación el corazón de los bolivianos un 22 de marzo de 1980. Luis Espinal Camps, sacerdote de la Compañía de Jesús, crítico de cine y Director del Semanario AQUÍ… había sido asesinado.
La noche del viernes 21 de marzo a pocos metros de su domicilio en la zona de Miraflores, Espinal fue interceptado por cuatro hombres que le obligaron a abordar un Jeep.
Fue llevado a un matadero para ser brutalmente torturado y asesinado. Su muerte, según el informe forense, sobrevino, por doce disparos. Su cuerpo fue tirado en el camino viejo a Chacaltaya a 5 Km de la ciudad de La Paz, donde horas después fue descubierto por un campesino del lugar.
El sábado 22 de marzo, en el informativo de medio día, Radio "Fides" denuncia la desaparición de Luis Espinal, el equipo de periodistas se declara en emergencia para dar con su paradero y la Comunidad Jesuita da parte del hecho a las autoridades.
Aproximadamente a las dieciséis horas, llegan a la radio Agentes de la Policia comunicando al P. Eduardo Pérez que se encuentra un cadáver en la Morgue y que según los rasgos podría tratarse del P. Espinal.
Acompañado de uno de sus periodistas el P. Pérez asiste a la morgue a reconocer el cadáver.
Poco después de las 4:30 pm llega a la radio y ordena al operador que ponga música fúnebre. Se sienta frente al micrófono y da la noticia "El cadáver de Luis Espinal esta en la morgue, Luis Espinal ha sido asesinado…"
Presentaba signos de violencia en todo el cuerpo, según el informe forense, había sido torturado por cinco horas con golpes que dañaron sus órganos y rompieron sus costillas y el esternón antes de recibir los disparos que le provocaron la muerte.
Según el informe médico, el cuerpo presentaba hematomas que formaban una cruz en su pecho. Sus manos habían sido fuertemente golpeadas para que no pudiera escribir más la verdad, esa verdad que incomodaba, que debía ser callada a cualquier precio.
(Semanario AQUÍ, 1980)
La noticia de su muerte consternó y enlutó al país en su conjunto. Movimientos Sindicales, Políticos, Campesinos, Prensa oral y escrita; repudiaron el hecho que marcaria un inicio de la nueva forma de actuar de las fuerzas de reacción, que meses después serían protagonistas del sangriento golpe de estado del 17 de julio de 1980.
Se declaró luto a nivel nacional y la Central Obrera Boliviana ordenó la realización de vigilias y entierros simbólicos en cada Departamento.
El sepelio fue acompañado por una multitud de gente que espontáneamente se organizó para darle el último adiós al que había sido enemigo de la hipocresía, el abuso y la injusticia. La voz de un pueblo boliviano desesperanzado que había sido callado, amedrentado y oprimido.
El dolor del Pueblo, al paso de la muchedumbre que acompañaba el sepelio de Luis Espinal. (Presencia, 1980)
Más de setenta mil personas acompañaron los restos del P. Espinal, desde el Colegio San Calixto hasta el cementerio General de la ciudad de La Paz. El cortejo fúnebre se extendió por más de quince cuadras, algo nunca antes visto en la ciudad.
El 20 de marzo de 1980, noche antes de su secuestro y posterior asesinato, los compañeros de Espinal terminaban la edición No. 54 del semanario Aquí, cuyo editorial estaba referido a la unidad popular en torno a la Central Obrera Boliviana (COB). Paradójicamente, días después se encontró otro editorial que no llegaría a publicarse, titulado "No queremos mártires", en el que Espinal escribía: "El país no necesita mártires, si no constructores. No queremos mártires, así se queden vacías las horas cívicas".
En su papel de sacerdote Luis Espinal fue un ejemplo fehaciente de que la fe sin obras, es fe muerta. Se identificó con las necesidades del pueblo en todo momento, acompañando la lucha por la libertad y la defensa de los ideales sociales.
Su compromiso con el pueblo generó críticas severas que denunciaron su repudio en torno a la postura de la Iglesia y su relación con el Estado, arguyendo que "Una religión que no tenga la valentía de hablar en favor del hombre, tampoco tiene el derecho a hablar en favor de Dios".
Aunque Luis Espinal era un ciudadano nacionalizado, su lucha e identificación con las necesidades del pueblo, denunciando las injusticias y su propuesta de cambio del orden social fueron ideales que defendió con su propia vida.
Fue tan boliviano como cualquiera de nosotros, ya que ‘Morir por un pueblo puede dar más carta de ciudadanía que nacer en él’.
Lo mataron, pero no mataron las necesidades del pueblo. Ellas continúan vivas, continúan combatiendo, más allá de las palabras, más allá de la muerte.
El pueblo necesita ahora más que nunca lideres que construyan la Bolivia por la que hombres como Luis Espinal Camps dieron la vida…Bolivia necesita ejemplos de vida.
Notas
*Estudiante de la Carrera de Historia

No hay comentarios:

Publicar un comentario